- Al fin podemos escuchar por completo la más reciente y brutal producción del trío mexicano.
- Estrenan alineación y sonidos para un disco que calza perfecto con los tiempos que vivimos.
Nuevos integrantes, nuevos sonidos y nuevas drogas. Esta es la consigna inicial, la que se repite, la que da pie a una creación intempestiva. Emilio Acevedo y Julián Lede le abren la puerta de la nave nodriza a Yamil Rezc para completar la alineación actual de Titán. Este cambio de rumbo, el nuevo destino musical de Titán, parece convivir bien con ritmos actuales, pero dándole ese toque imaginativo, juguetón y sardónico.
Titán es una banda que llegó para cambiar el panorama musical. Apuntaban más al under que los escenarios mainstreams y, sin embargo, lograron colarse gracias a ese refinado oído que los lleva a hacer melodías que, sin querer, se convierten en las favoritas. Tonadas que dan vueltas y vueltas y que, cada una de ellas, tiene una personalidad diferente, una óptica que nos sitúa en lugares dispares.
Gracias a los sencillos ya hemos tenido algún recorrido por el repertorio que traerá Nave Nodriza, pero siempre será mejor escuchar la obra en su totalidad, sumergirnos en ese paseo que deambula entre la nostalgia y la actualidad, entre los disfraces, los roles y las máscaras, y la realidad que nos pega de frente. Es música para bailar en el apocalipsis. Para reírse ante la desesperanza. Para amanecerse aceptando las consecuencias.
Nave Nodriza de Titán abre una nueva etapa para la banda. Una que pinta muy bien. Han puesto las coordenadas exactas para tener canciones como “El predicador” en donde una voz parece darnos instrucciones precisas para cometer un acto que no somos capaces de explicar. Voces que sólo habitan en la imaginación y que, sin embargo, se sonorizan a través de las canciones de la agrupación. Un disco redondo que vale la pena repasar una y otra vez para volver a encontrar ese mensaje que se nos pasó la primera vez.
